domingo, 18 de septiembre de 2011

Libertad.

147 km/h y subiendo, la sensación del aire empujando cada célula de tu cuerpo, la sensación de velocidad extrema, de libertad absoluta, de sentirte lo más grande dentro de ti mismo. Cambias de marcha y bajas la mano, más velocidad, te sientes un dios, fantástico. Una curva, te tumbas, aflojas, recuperas y de nuevo más y más. Otra curva, más cerrada, aflojas algo más, tumbas y de repente ves unos faros tan cerca de tu cara que no tienes tiempo ni para asustarte.
Lo siguiente que siento es un vacío infernal, una sensación de mierda, todo lo contrario a lo antes vivido. Oigo llantos, gritos, súplicas. No soy capaz de entenderlo, de reaccionar, estoy confuso. De pronto lo noto, o mejor dicho, no lo noto, me he partido la columna vertebral por tres sitios, el brazo derecho ya no es un brazo, son restos de astillas de huesos, de piel desgarrada, de sangre que brota de mi, impulsada por mi corazón casi alcanzado por una costilla. Doy una bocanada, parece que me ahogo en el mar, mi pulmón se empapa de sangre, parece ser que aquí la costilla si llego, y lo atravesó. Lo atravesó de la misma manera que yo iba atravesando el aire, con mi moto, con su velocidad y con mi libertad, quería volar, y ahora lo estoy consiguiendo, noto como me elevo, como me voy. Noto como muero por ser libre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario