Da igual el bar que fuese, el día, la hora. Da igual si hacía frío o calor, si era café, caña o coca-cola. A mi lo único que me importaba en ese momento es que aquella chica, aquella mujer, aquella persona me estaba hablando y yo me encontraba como un tonto, con las piernas cruzadas sobre el sofá, mirándola, atendiendo a cada gesto y a cada palabra. Escuchando y absorbiendo todo lo que me estaba entregando. Mi satisfacción crecía con cada palabra, con cada mirada. ¡Joder, eso es! es que incluso la mirada era maravillosa, esa mirada me decía: "eres tan normal en mi vida, como ver una rana en un río". También decía algo más, aunque creo que eso fue producto de mi imaginación, demasiado tocada por todo lo que estaba pasando. Me decía algo así como: "me encantaría tirarte en este sofá, que estuviésemos solos, que te daría la vida en cada beso y te la quitaría en cada envite que viviésemos después de desnudarte para follarte, para hacerte el amor, para tenerte pegado a mi".
Creo que me estoy yendo por las ramas.
El caso es que ahí estábamos, ella hablaba y yo escuchaba. Una vez acababa me tocaba a mi, y todo iba sobre la marcha. Me daba cuenta de que ella se estaba abriendo, que me daba lo que yo buscaba, que me dejaba saber y conocer, y yo entonces me atrevía a preguntar, sin pasarme, pero sin quedarme corto. Todo iba en su justa medida. Era como si "algo" (tal vez esa mierda que dicen de los astros) se alinease para hacer que aquel momento fuese tan perfecto como podía ser.
Y esto acaba mas o menos aquí, únicamente quería deciros que si existiese un punto de inflexión en mi relación con esa mujer, chica, persona, se dio a conocer ese día, que da igual el que fuese. La maravilla se da en que fue y a partir de ahí todo es mas fácil, es mas fluido.
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