jueves, 24 de noviembre de 2011

Llora cobarde, que el primer puñetazo te lo das tú solo.

Eres orgulloso y caballero. Conoces el dolor, la desesperación, la angustia, la tristeza, el anhelo, el desprecio… Una sola lágrima o un pequeño llanto es mucha más doloroso para mí, no olvides mujer que soy hombre, y que eso de llorar no se lleva en la rudeza de este mundo hipócrita donde una lagrima sobre la barba implica debilidad y critica. Es ingrato tener que gritar para ahogar la angustia y da pena llorar tu solo para evitar que te señalen, incluso a pesar de eso secarte las lágrimas porque las paredes te llaman cobarde. Nunca has sido débil y de todo has aprendido, aunque eso no signifique volver a cometer los errores que has vivido. Tu cabezonería te lleva a esto, no eres un sufrido aunque tal vez lo aparentes.
¿Sabéis que? Nos conocemos lo suficiente como para saber que sucede, esto siempre es así, hay días que ganas y otros que pierdes. Aunque incluso podría deciros que esos días en que pierdes y los empujones hacia atrás te hacen rebotar la cabeza contra las paredes, y las hostias te dejan confuso, te nublan, ves esos latiguillos de luz, esos “pajaritos” delante… y deduces que si están delante son ellos los que te han vencido, los que te han hecho chocar. Que os jodan pajaritos con un puñetazo para cada uno tengo suficiente, a mí no me tocáis los cojones, si empujáis, pego. A mí nadie me quita de ganar, y aunque me deis cosas que perder no son exactamente eso. No queráis jugar, los juegos son competiciones que la gente hace para verse el mejor, no me hace falta demostraros que soy mejor, solo lo soy y punto.
Ahora tú, ligera inspiración que no sé muy bien de donde procedes, espero que algún día me des la sapiencia necesaria para decir que la angustia por mí elegida un día será el fruto del deseo anhelado. También querría decir que mejor le cuentes tú a esa musa que no todo es de su incumbencia, que respete las palabras que no se lleva el viento, porque mis palabras pesan a pesar de ser ligeras. Dila tú, inspiración, a aquella que quiere ser mi musa, que lo que escribo para ella en realidad lo escribo por mi y que todo lo que ella piensa en realidad procede de mi.

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